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Alma de Leyenda

Cáceres, alma de leyenda

 

Poco podía imaginar Cayo Norbano Flaco, Cónsul en la Hispania Ulterior, cuando allá por los años 30 del S. I a.C. fundó, siguiendo las directrices de Augusto, la ciudad de Norba Caesarina, con categoría de “Colonia civium romanorum”, que esta incipiente población se mantendría a lo largo de veinte largas centurias.

Godos y visigodos, almorávides y almohades, judíos y cristianos, guerreros, conquistadores, gentes de ultramar… Diferentes etnias y religiones, variadas costumbres y tradiciones de pueblos de diversas condiciones, han ido acuñado el ser y el sentir de una ciudad que, más de dos mil años después de su fundación, mantiene la esencia de lo que fue y la ilusión por lo que será.

Sin duda de las vías, los edificios y las gentes que han sido en la ciudad a lo largo de los tiempos, casi nada queda, como tampoco en cada uno de nosotros perviven las células, tejidos y órganos que conformaban nuestro cuerpo al emerger a la luz de la vida y a lo largo de la misma. Sin embargo, nuestro “yo”, único e irrepetible, es el mismo, permanece y constituye nuestra “alma”. Sea en la concepción de ella del sabio de Estagira, en el sentido de Tomás de Aquino, o considerada como el “Élan vital” de Henri Bergson, la “res cogitans” de Descartes, “la mónada” cerrada en sí misma de Leibniz o la noción que de ella han venido expresando los pensadores de las distintas corrientes filosóficas.

En cualquier caso, de forma idéntica se manifiesta el ser, la esencia… el alma de la ciudad de Cáceres, lo que la hace única e irrepetible, como a cada uno de nosotros.

Concluyendo el primer tercio del S. XXI, Cáceres es Patrimonio de la Humanidad, está declarada como el tercer Conjunto Monumental de Europa, fue Capital Española de la Gastronomía en 2015, es ciudad de Congresos y Convenciones, Capital Extremeña de la Cultura, su Semana Santa es Fiesta de Interés Turístico Internacional, dispone de destacadas colonias urbanas de cernícalos primilla, vencejos y cigüeñas negras que la convierten en paraíso ornitológico de primer orden, disfruta de un entorno paisajístico inigualable y es destino turístico de interior con mayor relevancia día a día… Pero todo ello, siendo muy importante, palidece ante el brillo de lo realmente trascendente: “El Alma de Cáceres”.

Alma que está constituida, que es espíritu que se integra, esencia que permanece, impulso vital que se hace patente en lo que realmente “es” la ciudad, que viene a responder a la memoria colectiva, a las tradiciones, a la historia, al clima, a la forma de ser y manifestarse sus gentes y a cómo se ha ido transmitiendo, de generación en generación, todo ese cúmulo de emociones, sensaciones, saberes y pasiones.

Tan dilatada y variopinta historia se ha forjado con hechos heroicos, traiciones, amores, perfidias, luchas y desencuentros, ambiciones y renuncias de las gentes que estos pagos han habitado. Y aconteceres de todas estas características se han ido acuñando en el acervo de la ciudad, en unos casos embelleciéndose, en otros exagerando defectos o cualidades, en casi todos deformándose y en muchos con aderezos de magia, brujería o mística, para dar lugar a leyendas que narran sucesos de los que surgieron tradiciones que, siglos y siglos después, se siguen manteniendo.

Así pues, si ahora visitas Cáceres, además de impregnarte de sus encantos, de disfrutar de su monumental arquitectura, de aprender de sus más de mil escudos heráldicos y de perderte en un inimaginable paseo por sus calles y plazas… podrás percibir el alma de esta ciudad si en ese deambular sin rumbo prefijado, te tornas en protagonista de las leyendas que nacieron en los palacios, iglesias o rincones de la ciudad y así alcanzas a compartir con la Reina Isabel de Castilla, ante el Arco de la Estrella, el Juramento del Fuero que le otorgara a la villa Alfonso IX de León al conquistarla para la cristiandad en 1229 y con su Católica Majestad bordas, de propia mano, el pendón que cada 23 de abril el más joven edil de la Corporación tremola desde el balcón de las Casas Consistoriales.

De igual forma, será mágica la sensación que experimentes al contemplar, ante el Palacio de Toledo Moctezuma, la belleza de Tecuichpó, la princesa azteca de azarosa existencia que acabó su vida como Doña Isabel de Moctezuma.

Podrás sobrecogerte de angustia con la epidemia de peste que asoló la ciudad a mediados del S. XV y sentirás renacer su esperanza con la aparición del Cristo Negro que obró el milagro de sanar a los enfermos y castigar el egoísmo de quienes pretendieron sólo para sí la benéfica influencia divina poniendo mano sobre la Imagen.

Compartirás la promesa hecha ante el Arco del Cristo por D. Gutierre de Saavedra y D. Fernán de Pereros de mantener viva por siempre su luz, que al apagarse evitó su duelo y quizás la muerte de uno de ellos.

Podrás escuchar, junto al resonar de tus pasos por el Callejón de la Amargura, los gemidos de angustia de Lola, la meretriz sumida en el dolor por la muerte de su hijo a manos de aquel a quien acogió bajo su propio techo.

Harás tuya la gubia de Tomás de la Huerta para esculpir la imagen del Nazareno de Santiago de los Caballeros y dotar a su Rostro de la dualidad de sentimientos, alegría y pesar, dolor y resignación, que comparte con quien ante Él se postra para orar.

Vivirás la angustia de Doña Cristina de Ulloa en su encierro del jardín del Convento de la Compañía de Jesús y con ella llorarás la muerte de su amado.

Arrojarás tu moneda al aljibe del Palacio de los Becerra para conseguir, como el joven Marcelo, ver cumplido tu deseo como hiciera él a costa de los truhanes que, pretendiendo burlarse de él, burlados resultaron.

Percibirás la influencia de la energía telúrica de la “Casa del Mono” y serás testigo de la maldición que afectara a todos sus habitantes convirtiéndolos en piedra.

Y te perderás, en fin, en la búsqueda de la “Gallina de las Plumas de Oro” para cumplir el juramento del Capitán cristiano enamorado de la Princesa almohade y así deshacer el encantamiento con el que el Kaid castigó a su hija, maldiciéndola por haber facilitado a sus enemigos la conquista de la plaza.

Con estas y otras leyendas, que muchas más existen, te invito, amable amigo, a sentir Cáceres, su color, sus sonidos, su luz… y a vivir sus pretéritos aconteceres, porque con ello percibirás y compartirás su alma, el alma de una ciudad de leyenda.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

César García González
Escritor, poeta

Colecciones de poemas, leyendas medievales extremeñas y numerosas colaboraciones en prensa y revistas han sido los cauces en los que se ha ido plasmando su vocación literaria.