Tomás Pérez, PARA SIEMPRE… EN LAS ONDAS
En ese arcano etéreo de las ondas radiofónicas, navegando por mares infinitos de atmósfera, flotando sobre ilusiones narradas de una esfera de patadas verdiblancas, acariciando goles y ascensos o resignaciones de empates y derrotas. Ahí, en esa nada y en ese todo, para siempre y por siempre estará tu voz. Una voz que reconocen varias generaciones de cacereños a la segunda palabra.
Y también estará tu personalidad, tu impronta, tu forma de ser y hacer, ejemplo para los profesionales de los medios de comunicación y para las gentes de bien, porque dejas una referencia, una manera de ser grande con sencillez, de ser creativo sin aspavientos y, en definitiva, de ser poeta de la vida sin necesidad de componer versos.
Y todo ello estará en tu mujer y en tus hijos, en tus amigos, en los que te conocen y en los que, sin haberte conocido, sepan de ti.
No puede nadie decirte ahora adiós, Tomás, porque esta separación no me sabe a despedida, porque siempre habrá despertares con horas cantadas a golpes de cazo sobre un caldero (como solías hacer en Jerte). Siempre habrá oídos atentos y miradas fijas en el transistor para suspirar con el dramático “Uyyy” que se te subía a la garganta (aunque el balón hubiera pasado a ocho o diez metros de la portería). Siempre habrá impaciencias, casi desesperaciones por conocer el resultado cuando se conectaba la radio para saber el “cómo van” y tú, pertinaz, te lo callabas para mantenernos más tiempo escuchándote.
Siempre, en fin, seguirás aquí, con nosotros, con los que te hemos admirado y querido y cualquier día o cualquier noche, estoy seguro, cuando se nos pierda la mirada entre estrellas o en los cielos inmaculados de turquesa que nos regala nuestra tierra, cuando los problemas y preocupaciones nos den un momento de respiro y nuestra mente vague sin pensar en nada, entonces, aparecerás, estarás aquí de nuevo, te tendremos otra vez y volveremos a ser tan felices como en los mejores momentos que a lo largo de tu vida nos has regalado y de los que hemos disfrutado. Y entonces, viéndote, surgirá de nuestros labios una sonrisa, una simple sonrisa, apenas una gesto esbozado; pero que tú sabrás apreciar, porque contigo hemos reído muchas veces y muy pocas hemos llorado.