Ciudad NO
¡Cáceres se muere!
Se oye cada vez con más frecuencia en cada vez más estamentos de la ciudadanía de esta bimilenaria ciudad. Se fundamenta en que no hay industrias que generen desarrollo y oportunidades para los jóvenes que masivamente se van cada año a encontrarlas en otras latitudes, las actividades agropecuarias están de capa caída y subsisten a base de subvenciones, no hay fluidez económica y el comercio es ramplón, efímero y escaso. Es posible que en los últimos 20 o 30 años hayan abierto y cerrado entre Cánovas y la Plaza Mayor más comercios que en los 150 anteriores. Cáceres, en fin, se queda como ciudad de jubilados y funcionarios.
Al buscar las causas de esta situación, que se va agravando con el paso de los años, es muy socorrido el recurso de cargar la responsabilidad sobre los gobernantes, locales, autonómicos o nacionales, que no hacen nada por sacarnos del ostracismo, se acomodan a su status y defienden sus intereses en lugar de los de la colectividad.
Pero también es cierto que en cuanto surge un proyecto cuya ejecución provoque alguna incomodidad o con el que se intuya algún riesgo, por mínimos que sean, se produce una reacción en contra y se levanta airadas las voces del ¡NO! en buena parte de los sectores sociales de la ciudad. Nos llega la memoria el aparcamiento subterráneo que se intentó en la Plaza Mayor; cada una de las remodelaciones de la propia Plaza Mayor; las peatonalizaciones de San Pedro, San Pedro de Alcántara, Sta. Joaquina de Vedruna, Gómez Becerra…; la ampliación del Polígono de las Capellanías; el aparcamiento en Primo de Rivera; el Corte Inglés; la implantación de Imedexa; la gasolinera en la Mejostilla y las actualmente en el aire de la mina de litio y la gasolinera en el Vivero.
Todas estas iniciativas, y puede que algunas otras que no recoja la memoria, han generado y generan polémica, oposición, se crean plataformas en contra y se dice ¡NO!
A pesar de ello en escasas ocasiones, las iniciativas han seguido adelante y se han consumado y, curiosamente, ha sido reconocido que el resultado no es tan desastroso ni tan dañino como predecían los agoreros. En otras, ha triunfado el ¡NO! y la pérdida de inversiones, progreso y desarrollo ha ido sumiendo a la ciudad en el letargo en que hoy se encuentra.
¿Los argumentos de los abanderados del ¡NO! sistemático?: En general suelen ser dos: Agresiones al medio ambiente y especulación. Es posible que la ejecución de algún proyecto implique la tala de algún árbol, la producción de polvo, ruido y molestias durante la ejecución de las necesarias obras o la obligación de que algún ave vaya a nidificar un poco más lejos. También es innegable que si una persona o empresa decide invertir en un proyecto o industria, lo hace para ganar dinero, que es la obligación de las empresas; pero al mismo tiempo lo genera para otros y para la ciudad en su conjunto. A esto se le puede llamar progreso o especulación.
Puede que, en Cáceres, no sea fácil entender que para ir al cielo es necesario superar el incómodo trámite de morirse.